Fue doña María una amante entregada que no soportaba ver a su amado, el rey don Pedro, padecer de delirios a causa del dolor físico y la fiebre que le causó la infección de unas heridas sufridas en el combate de los torneos celebrados por el bautizo de su hija. Comenzó a leer buscando propiedades de alimentos que ayudasen a su rey. Fruto de esa búsqueda leyó que las almendras ayudaban al descanso y a conciliar el sueño, así como tenían propiedades vigorizantes. También que la miel combatía las infecciones y la inflamación de las heridas. Y el azúcar le podría dar un gran aporte de energía.
Con esos ingredientes acudió a las cocinas de palacio y ordenó que preparasen un dulce que despertase el apetito de D. Pedro, a sabiendas que el dulce era algo que le perdía, y le ayudase a combatir su estado. Esa misma tarde Dña. María acudió a los aposentos del rey con el dulce. Entre delirio y delirio, el rey probó el dulce y terminó exclamando: “María que es este capricho que me ofreces del que quiero tomar más”. En su tiempo de convalecencia en Torrijos, Doña María daba de tomar todas las noches a D. Pedro lo que ella llamó “los caprichos de Don Pedro.